No cabe la menor duda de que las tecnologías de la información (Internet, móviles, smatphones y GPS, entre otros) nos han facilitado la vida en muchos aspectos y nos han acercado a zonas y a personas del planeta con las que difícilmente tendríamos posibilidad de intercambiar ni una sola palabra. Nos han permitido compartir información en décimas de segundo con millones de personas a la vez y no podemos negar que es un gran avance. Es más, en numerosas ocasiones, nos han sacado de un apuro diciéndonos el lugar exacto en el que estábamos con tan solo pulsar un botón. Pero también es cierto que todos estos dispositivos electrónicos nos han empezado a aislar, un poco, del mundo en el que vivimos. Así, hoy en día es casi imposible mantener una conversación en un bar o en un restaurante sin que alguno de los comensales no agache la cabeza para consultar su móvil. Y este uso de las tecnologías también afecta a nuestra forma de viajar.
Como todo en esta vida, la herramienta no es la culpable, sino el mal uso que se hace de ella.
Cuando uno viaja, ya sea a pie, en bicicleta o mediante otro medio de transporte, tiene que tener claro qué es lo que espera del viaje, si lo importante es ver lugares típicos, paisajes y monumentos emblemáticos o desea integrarse en la cultura local, conocer a las personas, descubrir nuevas formas y maneras de hacer, de vivir, enfrentarse a puntos de vista diferentes. En función de la clase de viajero que seas, la respuesta a la pregunta de si es recomendable viajar con tecnología a cuestas o no, será completamente distinta.
Para nosotros, los viajes, sobre todo en bicicleta, ofrecen la posibilidad de compartir vivencias y de crear experiencias únicas. Por eso, nos gusta viajar con muy poca información previa sobre la ruta, las etapas o los lugares a visitar, porque nos parece mucho más interesante, y la experiencia, por ahora, nos ha dado la razón, dejar que el propio viaje nos sorprenda. Pensamos que llegar a una ciudad, a un pueblo o una aldea desconocida es la mejor forma de comenzar un viaje ya que, ineludiblemente, nos obliga a acercarnos a la gente para preguntar. ¿Qué podemos ver? ¿Qué nos recomienda? ¿Dónde podemos comer? La diversidad de respuestas a estas preguntas es lo que, en nuestra opinión, hace único a cada momento. Por ello, a priori, nunca sabemos cómo será nuestra aventura y ese desconocimiento es lo que, a la vez, nos ilusiona, ya que cada persona, lugar, experiencia o dificultad que nos encontremos hará que el viaje se enriquezca y, hará que éste sea algo imprevisible, distinto a lo inicialmente planeado, único e irrepetible.
Por eso, en nuestra opinión, y aunque reconocemos que la tecnología es interesante y muy útil en ocasiones, recomendamos no estar pendientes de ella en nuestras etapas, en la medida de lo posible. Si pasamos medio viaje twiteando en cada pedalada que damos, si en vez de preguntar a un paisano por una dirección nos ponemos a buscar señal GPS, si estamos más pendientes de encontrar un lugar donde poder cargar el móvil, al final, el viaje queda en un segundo plano.
Los mapas, las personas y tu propia intuición harán que tu viaje se escriba con cada golpe de pedal, ¿para qué limitarnos a un aparato que, por otro lado, no siempre que se necesite va a estar disponible? Batería, cobertura, red de datos… Confía en tu instinto y, sobre todo confía en las personas que te enuentres y verás como el viaje, al final, se convierte en una aventura maravillosa, única e irrepetible.
No te limites, abre tu mente, sueña, confía, disfruta de ser el que escriba su propia historia, no dejes que la escriban por ti.